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domingo, 13 de marzo de 2011

OTRO TEATRO - Clodet García


“para hablar de este teatro, necesitaremos usar un lenguaje de chamanes y de brujos...”
Jerzy Grotowsky

La idea de otro teatro, nos llega como un rumor, como un pulso, a veces inaudible y a veces poderoso, a través de diversas manifestaciones teatrales. Algunas de estas manifestaciones se pierden en el origen de los tiempos. Otras, están surgiendo en este mismo momento.
Es el Teatro Ritual de las culturas originarias de todo el mundo, el teatro de lo invisible-hecho-visible, en palabras de Peter Brook; es el teatro perdido, en palabras de Eugenio Barba, el Teatro Desconocido de Juan Carlos De Prete, el Teatro como Vehículo de Grotowsky, el Teatro Sagrado de Artaud.
Lo que aúna a estos teatros no es una estética, una técnica, un marco cultural (en cuanto idiosincrasia) determinado. Tampoco lo aúna la temática o el discurso. Porque no prima lo que dice, sino lo que busca.
¿Y que busca?
Lo que busca va mucho más allá de poder ser atrapado en una palabra, en una definición.
Busca lo que subyace, el contacto con el misterio insondable, con lo que queda fuera de la “vida” habitual.
Busca Sentido
Busca Verdad
No hablamos de las pequeñas verdades subjetivas, sino de la verdad que surge de lo real.
No creo que sea fundamental a los fines de aproximarnos a este teatro, el hecho de tener una etiqueta determinada para nombrar “eso” que no se nos revela en la cotidianeidad. Pero sí podemos pensar en aquellos niveles de la existencia que van más allá de nuestra individualidad (tal como la concebimos ordinariamente), y más allá de la interacción de individualidades que entendemos como lo social.
De esto surge un tema fundamental que podemos desarrollar en otro escrito: lo perceptual.
Ese buscar lo-que está-más-allá de lo aparente es, lo que en este teatro, se vuelve acción.
Hablamos de un teatro que nos lleva a explorar, habitar y expresar
dimensiones desconocidas de lo que somos, y de “lo que es”.
Por eso hablamos de un Teatro Sagrado.
Mircea Eliade, define a lo sagrado como aquello que está saturado de ser.
La búsqueda de lo sagrado, entonces, crea (o acude a) formas, palabras, movimientos, ritmos; deviene en una estética determinada. Pero lo que organiza la experiencia teatral es la búsqueda, no la estética o el discurso.
Personalmente uso el término experiencia teatral en lugar de hecho teatral, por hallarlo más acorde a la ceremonia del teatro que intentamos abordar.
Y esto (la experiencia, la cual también podemos traer en más detalle en otro momento) es un punto fundamental: porque este teatro no busca el “complacer” al público, no busca emocionarlo, identificarlo, convencerlo de una idea. Su ideal es una experiencia de transformación que implica, en primer término, al actor; y si el “público” no se limita a ser un simple espectador, sino que se abre a la experiencia de convertirse en celebrante, resultará impregnado, atravesado, y, finalmente, transformado por lo compartido en la experiencia teatral.
Hablamos entonces, de un teatro de búsqueda y transformación. Un teatro que incluye otros niveles de lo real; que no se conforma con parecer verosímil, sino que intenta ser expresión de verdad.
Por eso es un teatro movilizador, poderoso.
Entra en contacto con lo que aún no tiene nombre, lo que nos llama desde la otra orilla y no queremos escuchar.
Entra en contacto con lo que se esconde en las profundidades y en las alturas, y ese intento, es su objeto y su sustancia.
Se entrega a la intensidad de una acto total, desorganiza ideas, conceptos, estructuras, creencias.
Hablamos de un teatro perturbador. Se abre paso por zonas que, habitualmente, no visitamos.
Un teatro que nos sacude del sueño que no sospechamos estar soñando.
No hay nada nuevo en lo que decimos.
La mirada puede ser nueva, en cuanto actualiza, esto es, en cuanto trae al presente; aquello de lo que queremos hablar es tan antiguo que parece haber surgido junto a la humanidad.
Este teatro es necesariamente un acto creativo, es lo que surge en el instante, lo que rompe un cierto orden haciendo presente lo nuevo.
Y es un eterno retomar caminos olvidados, recorridos hace mucho tiempo atrás. El camino recorrido por el otro teatro, vuelve una y otra vez sobre sus huellas para avanzar. Por eso, es un camino espiralado y circular.

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