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domingo, 17 de marzo de 2013

LOS INOCULADORES DE LA ESTUPIDEZ - por Jorge Eines



Los inoculadores de estupidez


por Jorge Eines
17032013
¿De qué estamos hablando?
Estamos hablando de estrategias de batalla para ser mejores.
Estamos hablando de la adquisición de un conocimiento ético y técnico que hagan más libre al que se siente profesional del Arte del Actor. Que le permitan salvarse de la dependencia perversa a la que el poder lo somete.
Estamos hablando de que la búsqueda de excelencia como un valor en sí mismo no conduce a la obtención de la aprobación social en lo inmediato.
Estamos hablando del trayecto complejo y contradictorio hacia ese lugar de uno mismo que le permita a una mujer o a un hombre, decir: yo soy actriz. Yo soy actor.
Cuando decimos para ser mejores, queremos afirmar que la identidad solo puede medirse por lo que somos capaces de producir sin renunciar a las coherencias que nos hacen solidarios con nuestra profesión en particular y con los demás seres humanos en general.
El lenguaje de la mercancía es solo uno: comprar y vender. Por eso el actor parece tan feliz en la alfombre roja. Inoculado y muy contento. Comprado y vendido una y otra vez no tiene nada que cuestionarse. Nada que pensar. Nada que decidir. A lo sumo cuantos centímetros de muslos mostrar para vender mejor. A lo sumo odiar a los que han conseguido un personaje en una película que se le ha escapado. Una más.
La mercancía lo ha conseguido; se ha apoderado de todo y el actor es el mejor vendedor que tiene. Triunfador o perdedor sigue vendiendo a toda costa. Totalmente inoculado.
Un Futuro.
Un desarrollo cualitativo asoma entre los pliegues de la catástrofe. Se asoma con fuerza y deja ver quizás ahora con más fuerza que nunca, que lo único que vale la pena perder es el tiempo. Cuando no se tiene nada se acaba teniendo tiempo para perder. El tiempo es el residuo que nos queda después de la catástrofe, pero hay que poder gestionarlo. El miedo y la falta de decisión nos hacen gobernables.
El tiempo usado con valor y atrevimiento es un acto de sabotaje. Es una guerra de guerrillas sin muertos.
Aún es posible mirar desde otro lugar la realidad. La subjetividad que propicia el arte se convierte en ideología cuando nos permite leer de otra manera la realidad.
¿Por qué prima el beneficio sobre valores tan tangibles, como la vida misma? Si alguien que se ocupa del Arte se formula esa pregunta sabrá descubrir la diferencia entre la vida y la escena. Si no se ve la diferencia el límite se disuelve. Quedamos sometidos a las leyes que impone un sistema. Nos parecen inevitables las duras condiciones que nos imponen.
Consecuencias. Salvarse solo. El que se salva solo se salva contra los demás. Si es un individuo para el Arte tendrá que entenderlo. Si no le es, con celebridad o sin ella, con más reconocimiento o menos, será un atemorizado pasajero de un tiempo a punto de estallar.
El actor comprado como superviviente narcisista es muy poca cosa. Fácil comprarlo. Fácil venderlo.
No ha sido siempre así. A lo largo de la evolución del Arte en la sociedad, el artista se ha especializado en convertir los obstáculos en medios.
Es eso lo que se espera del Arte. Nada mas.